miércoles, 14 de mayo de 2014

Clases de preparación al parto. Parte I

Cuando me dijeron que era conveniente ir a las clases de preparación al parto, me pareció una idea genial. Cuando se acercaba la fecha y ya empezaba a hacer calor ya no me parecía tan genial, pero aún así decidí que lo mejor era ir por si acaso.
 
Empecé a ir cuando ya estaba en la semana 28 de embarazo, era mayo y la hora a la que podía ir era a las 17.00 de la tarde, así que imaginaos una día de mayo con todo el calor y a las 16.45 de la tarde dando vueltas por Madrid, primero para localizar el sitio, que estaba súper escondido, y luego para conseguir aparcar, cosa que en esta ciudad es algo complicado.
 
Ya superadas estas pruebas, entro en un jardincito que estaba muy bien cuidado que me lleva a un edificio recién reformado, bueno lo estaban reformando en esos momentos, y lo estaban poniendo todo a la última. Así que pensé, "bueno pues las clases tienen que ser también a la última viendo la entrada y el edificio", no tenía ningún tipo de relación, pero yo me hice ilusiones...
 
Pues entro en la consulta, la recepción bien, una recepción normal con unas chicas muy amables, la consulta amplia, tenía hasta su zona de gimnasia (o eso creía yo), pero mi sorpresa llega cuando entro en la sala de las clases, ¡ay cuando vi aquella sala! retrocedí 30 años en el tiempo. Era oscura, las persianas no funcionaban, los asientos eran incomodísimos, o yo no sabía cómo sentarme, las muñecas eran de cuando yo era pequeña, no las habían actualizado, había una enciclopedia que yo usaba para hacer mis trabajos del cole cuando no existía internet, había cintas de vídeo VHS con su correspondiente reproductor, el aparato de aire acondicionado debía ser de los primeros que salieron, allá por el 1990, y lo mejor, lo que casi me da algo cuando vi aquello funcionar, el proyector de diapositivas.
 
 
¡¡Había un reproductor de diapositivas!!!! algo que yo no había vuelto a ver desde que había estudiado 8º de EGB. Estaba claro que la sala había quedado congelada en el tiempo, no habían actualizado nada de nada, así que pensé: ¡madre mía, cómo serán las clases!
 
 

 
 
Y no me equivoqué, cuando ya estábamos casi todas las parejas sentadas en aquella sala, apareció un señor muy muy mayor, bajito, calvo, con gafas, que en pleno mes de mayo llevaba pantalones de pana fina y el cual no tenía muy clara la poca tecnología de aquella sala.
 
Yo pensé: pues este señor nos presentará a la matrona que nos va a dar las clases... ilusa de mí. Ese señor era ginecólogo y fue el que nos dio las clases. Yo no tengo nada en contra de este pobre señor, lo hizo lo mejor que pudo, pero al igual que la sala, él también se había quedado anclado en unos cuantos años atrás.
 
No dudo para nada de su experiencia y sus conocimientos, pero no sabía transmitirlos, utilizaba un tono lineal que daban ganas de dormirse (si no fuera porque estábamos asados de calor), empezó por conceptos que a la hora de ser padres no eran muy adecuados a mi parecer, como por ejemplo, porqué los perros van a cuatro patas y nosotros a dos.... En fin...
 
Yo veía a toda la gente de mi alrededor escribiendo y tomando apuntes, y pensaba, pero esto "¿en serio nos va a valer para cuando tengamos un hijo?" me sentía totalmente fuera de lugar. Aún así pensé que aquello era sólo la primera clase, que ya mejoraría, así que decidí ir a las siguientes clases...
 
Pero eso os lo cuento en otro capítulo para no aburriros... jajaja.

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