lunes, 27 de abril de 2015

Me Sabía Sus Rasgos De Memoria


Ha sido un invierno muy duro, mucho, tanto que he tenido el blog súper dejado y me plantée dejarlo, pero el otro día recibí un mail de alguien que leía el blog y me pedía por favor que siguiera con el relato, que quería saber más cosas de Garbancita, me hizo tanta ilusión que alguien siguiera la historia y me dio tanta fuerza que decidí seguir con el blog, habrá gente que lo lea y gente que no, pero Garbancita siempre podrá leerlo cuando sea mayor.


A día de hoy Garbancita ya tiene casi 22 meses y viendo todo desde la distancia creo que ha sido duro muy duro, su primer año de vida ha sido la prueba más difícil de toda mi existencia, pero trato de olvidarme de lo malo e intento acordarme de lo bueno.

Yo pasaba muchas muchas horas con ella en brazos, así que me aprendí todos sus gestos, sabía cómo movía la boca, sus muecas, me sabía cada rasgo de su cara, me llamaba mucho la atención la forma que tiene en los labios, nacen con ellos sin formar, tienen una mitad formada con sus pliegues y la otra sin hacer, toda lisa, algo en lo que nunca me había fijado y que me pareció realmente bonito.


Me pasaba las horas muertas mirando sus ojos, el blanco que tiene parece nácar, es un blanco tan intenso y tan brillante que parece de mentira.

Esa piel fina, suave, clarita, la ves tan frágil que hasta da miedo rozarla para no hacerla daño.

Miraba una y otra vez esos ojos que apenas tenían pestañas y cómo día a día se iban poblando de ellas.

Esos párpados cerrados llenos de venitas, tan frágiles, tan finos que se adivinaba el movimiento del ojo a través de ellos.

Esas cejas que sólo eran una línea fina casi dibujada con un color parecido al de su piel.

Esa naricita que parece de juguete, te planteas cómo pueden respirar por ahí si es minúscula.

Esas orejitas que durante los primeros días parecen orejas de duende, nacen arrugaditas y con los pliegues formados dentro de la barriga de mamá, es increíble como con el paso de los días se van estirando y van cogiendo su forma.
 



Esas manitas pequeñas, con esos dedos tan finos, tan menudos que apenas saben moverse.

Esas uñitas tan blandas que te da hasta miedo cortarlas por si les haces daño.

Esos piececitos, era lo que más me gustaba con diferencia, eso pies pequeños, regordetes, con esos deditos minúsculos y ese movimiento tan descompasado entre uno y otro. 





Y si algo delataba su presencia en algún lugar era su olor, qué maravilloso olor el de los bebés, es tan cálido, tan suave, tan intenso, tan embriagador, en la vida había conocido un olor similar.

Y es que ellos nacen puros, libres, inocentes, sin prejuicios ni maldad... son lo más natural del mundo.