lunes, 27 de octubre de 2014

Y a los 6 meses llegó la AC

Pues sí mi meta eran los tres meses y ni que decir tiene que yo apenas noté el cambio, ella seguía igual de llorona, de mala comedora y sin sujetar el chupete... Vamos como me dijo Luisín que de un día para otro no iba a cambiar. Lo único que con tres meses están más hechos, son como más personitas, ya se ríen y hacen muecas que hacen que se te caiga la baba.
 
Como había llegado a los tres meses y no experimenté ningún cambio en ella decidí ponerme otra meta, y esta era la de los seis meses.
 
Así que esperé con ansias los seis meses por ver si la situación mejoraba un poco, por lo menos dormir algo más. Yo a sus 5 meses había empezado a trabajar y había días que llegaba zombi, vamos que el camino al trabajo lo hacía por inercia porque iba con los ojos abiertos pero realmente dormida.
 
Con los seis meses llegó el cambio de alimentación o como dicen los entendidos la AC (alimentación complementaria). Por un lado estaba deseando poderle dar cosas nuevas a Garbancita a ver si eso le gustaba más que la leche pero por otro lado me daba mucho miedo empezar con la cuchara, ¡a saber cómo iba ella a comer con esa cosa tan nueva!...
 
He de decir que a los cinco meses o así le empezamos a dar unas galletitas que hay para ellos que se deshacen con mucha facilidad en contacto con la saliva. Ella se las comía muy bien y aprendió a no atragantarse.
 
Primero empezamos con los cereales en la leche, al principio dos o tres cucharadas de cereales sin gluten claro. Se lo tomaba con la leche del biberón, es decir, a regañadientes. Así que unas veces se lo tomaba, otras gritaba y otras lo vomitaba. Así que cuando tuvimos que ir subiendo las cucharadas de cereales no nos quedó más remedio que hacerlo en papilla y dárselo con cuchara. Santa paciencia la nuestra. Porque al principio se tomaba dos, tres o cuatro cucharadas y el resto de la papilla quedaba esparcido por la trona, la mesa, nuestra cara y la ropa. Pero claro tampoco la culpo a ella, no tiene que ser nada fácil eso de aprender a comer con cuchara...
 
Enseñarle a comer con cuchara nos costó una semana más o menos, porque por lo que he oído a otras madres los niños que son tragones no notan ni el cambio, pero los que son malos comedores como esta mía sufren un período de adaptación.
 
Recuerdo que las primeras cucharadas se las dimos de puré de frutas. Cuando le dimos el primer puré de frutas a Garbancita coincidió con que mi suegra estaba de visita en casa. Mi suegra que ha criado a cuatro hijos y cinco nietos. Así que ella muy salerosa dijo: "dejadme a mí que yo se la doy". Así que cogió a la niña en brazos y le intentó dar la primera cucharada. La niña se puso a llorar y escupió toda la cucharada. Con la segunda se puso a gritar y también la escupió. Yo estaba de los nervios de sólo oírla gritar. Así que mi suegra agarrócon más seguridad a la niña y le dijo: "si bruta eres tú, más bruta soy yo y la fruta te la vas a comer". Claro la mujer por ayudar y querer que la niña se tomara la fruta la primera vez con ella. Pero Luisín y yo conscientes de que para Garbancita esto era un proceso le dijimos que lo dejara, que ya se la comería al día siguiente. Así que ella muy obediente lo dejó y Garbancita descansó.
 
Con la fruta nos las vimos y nos las deseamos porque ella no la quería de ninguna manera. Probamos a meterle cereales en la fruta, a dársela caliente, a meterle un poco de leche, nada nos funcionó. Yo en mi desesperación y mi angustia de madre primeriza hablé con varias amigas. Algunas me dijeron que sus hijos tampoco querían la fruta y se la habían dejado de dar, otras que los suyos se comían a "Dios por los pies" si era necesario con tal de comer y mi amiga Vero (que es madre de dos mellizos Carla y Hugo mayores que Garbancita un año) me dijo que los suyos que comían muy bien también les costó mucho la fruta pero que había unas papillas que se llamaban "papillas de iniciación a la fruta" que a los suyos les fue muy bien, que probara.
 
Y como nosotros probábamos con todo pues allá que fuimos a la farmacia a por ellas. Yo nada más ver que eso se hacía con leche pensé que no lo iba ni a probar pero cual fue nuestra sorpresa cuando la primera tarde que se lo dimos se la tomó entera. No era un plato muy grande la verdad pero para nosotros fue un auténtico logro.
 
 
Con las verduras nos costó bastante menos. Ya se había acostumbrado a la cuchara así que lo que más le podría costar era el sabor nuevo. Cuando Luisín terminó de hacer ese primer puré y vi ese color verde con mi habitual "optimismo" pensé "eso no se lo come ni de coña". Pero una vez más ella me hizo "zas en toda la boca". Se lo comió fenomenal. Y es que a partir de ese momento descubrimos que Garbancita era más de salado que de dulce. Con lo cual para nosotros fue una tranquilidad porque si no quería leche sabíamos que por lo menos puré sí comía. Y algo era algo.
 
A partir de los seis meses tengo que decir que nosotros, Luisín y yo empezamos a ver un poco la luz, un hilito muy fino pero ya era algo.

jueves, 16 de octubre de 2014

Experimentando Cambios

Tener hijos es una experiencia maravillosa, pero también te cambia la vida por completo. Y en mi caso cuando digo por completo es por COMPLETO.
 
Pierdes tu independencia de manera total, ya no tienes ni un minuto de tu tiempo para dedicarte a ti.
 
Atrás quedan esas salidas nocturnas con amigos hasta las tantas de la madrugada para quedarte en casa y aprovechar las pocas horas de sueño que te deja Garbancita.
 
Atrás quedan esos "domingos Ikea" en los que estás de la cama al sofá y del sofá a la cama después de haberte levantado a las 13.00H del mediodía.
 
Atrás quedan esas largas jornadas en la peluquería para tener tu pelo sano e hidratado cambiándolo por una coleta el día que te da tiempo hacértela, si no, te vale con la del día anterior.
 
Atrás quedan esas apetecibles duchas en las que ponías tú música y te duchabas tranquilamente, dejando incluso que la mascarilla acturara sus 10 minutos de rigor, ahora ya no te echas ni mascarilla y con mucha suerte te echas champú porque siempre vas con prisas.
 
Atrás quedan esas bonitas tardes de paseo por el centro comercial visitando todas las tiendas y eligiendo modelitos para las salidas nocturnas o futuros eventos. Ahora no tienes salidas nocturnas, tienes que renunciar a los eventos y lo de pasear por el centro comercial con un niño para comprar ropa es algo impensable.
 
Atrás quedan esas comidas y cenas con amigos con su típica sobremesa que se alarga hasta las tantas, ahora ya no hay ni comidas ni cenas fuera de casa y si las hay estás continuamente mirando el reloj porque es la hora de la siesta de Garbancita, o la hora de la comida, o la hora del baño o la hora de algo...
 
Atrás quedan esos días de muñeca sin reloj donde ibas y venías adonde querías y te daba la gana sin preocuparte por la hora, no tenías prisas para nada e ibas siempre a tu aire. Ahora el reloj es mi mejor amigo y si no tengo reloj estoy perdida.
 
Atrás quedan esas visitas al cine para poder hablar con el resto de la sociedad de la película de moda, por no ver no ves ni la tele.
 
Atrás quedan esas largas noches acurrucada en la cama bajo el nórdico sin ningún tipo de interrupción. Ahora mis noches son paseos a la luz del móvil para ir a la habitación de Garbancita y pequeños codazos con Luisín para saber a quién le toca esa vez ir.
 
Atrás quedan tus caprichos o regalos para ti, ya todo es para ella, siempre necesita cosas y ahora crecen muy rápido. 
 
Como madre pasas a un segundo o tercer plano con respecto a todo el mundo, tú ya no importas, sólo importan ellos, en mi caso Garbancita.
 
Recuerdo como mis padres entraban por la puerta de casa después de casi un mes sin vernos e iban directamente a la niña, yo me quedaba ahí en la puerta esperando mis dos besos o mi saludo pero sólo importa ella. 
 
Una vez que das a luz nadie te pregunta cómo estás o qué necesitas, sólo importa cómo están ellos (los bebés) y su bienestar. Nadie valora tu esfuerzo de llevar 9 meses a esa cosita ahí dentro y de cuidarla de la mejor manera posible, nadie valora tu sufrimiento durante el parto y mucho menos después del mismo.
 
Nadie tiene la suficiente capacidad de empatía para ponerse en tu lugar y saber cómo te sientes. Son muchas cosas en muy poco tiempo.
 
Pero creo que todo esto es normal, un hijo es lo más grande que te regala la vida y estamos tan absorbidos por este nuevo ser que nos olvidamos de todo lo que nos rodea, es verdad que te sientes tan tan responsable del bienestar de esta personita que todo lo demás pasa a un segundo plano.
 
En mi caso tengo que decir que yo vivo para, por y con Garbancita, me siento culpable hasta del día que cojo tráfico para volver a casa y pierdo ese rato de estar con ella. Echo de menos algunas cosas de mi vida anterior, como dedicar más tiempo a mis amigos, pero renuncio a lo que haga falta para estar y poder disfrutar de ella.

lunes, 6 de octubre de 2014

Lactancia materna Sí pero no siempre se puede

Sé que mucha gente criticará esta entrada, pero yo necesito contar mi experiencia con la lactancia materna.
 
Estoy harta del misticismo que se ha creado alrededor de la lactancia materna y de que es lo mejor para el bebé, cosa que yo no dudo en absoluto pero hay veces que no se puede y que lo mejor para el bebé quizá sea la leche de fórmula.
 
A lo largo de todos estos posts os he ido contando mi odisea para que Garbancita comiera, aún hoy lo recuerdo y se me encoge el corazón. Ella no fue capaz nunca de engancharse al pecho, lo hacía con pezonera y con eso conseguíamos que comiera algo. El tema biberón se nos dio mal porque aunque con la pezonera sí comía con el biberón se negaba... no sé, cosas muy extrañas. Aún así ella gritaba mucho cada vez que tenía que comer, era un llanto desconsolado y un caos para mí que acababa de los nervios, con un dolor horrible en el pecho y manchada de arriba a abajo. A parte de un sentimiento de impotencia que me acompañaba diariamente.
 
Yo ya de por sí tenía una depresión post parto tremenda que se me vio acrecentada porque Garbancita no dormía nada y yo estaba todo el día echa polvo, la episiotomía que no me dejaba moverme y que me dio fiebre y una mastitis que me mataba de dolor y no me dejaba mover un brazo, a parte de todo esto estaba el tema de la lactancia. Sólo pensar que cada tres horas tenía que enfrentarme a los gritos de Garbancita y al sentimiento de inutilidad e impotencia me hacía estar todo el día de los nervios, histérica, con el corazón en un puño y llorando sin parar. Llegó un punto en que lo único que quería era tirarme por la ventana, no tenía fuerzas para nada más.
 
Yo quería dar el pecho a mi hija, pero os aseguro que si en esos momentos me hubieran quitado ese peso de encima yo hubiera estado más tranquila y podría haber cuidado de ella mejor.
 
Todo el mundo se empeña en que la lactancia materna es lo mejor y que es como mejor se crían los niños sin pararse a pensar en cómo está la madre porque si ella está mal el niño se contagia.
 
Luisín me dijo que aguantara con el dolor de la episiotomía para no tomarme nada y poder seguir dando la leche a Garbancita, mi madre me dijo que sí o sí le tenía que dar teta porque era lo mejor para ella y la mayoría de pediatras y matronas que visité me hicieron que me pusiera en un segundo plano yo para sólo poder dar la teta a Garbancita, haciendo caso omiso de lo que yo les contaba y cómo yo me encontraba. 
 
Yo estaba tan tan mal que tuve que ir a un psiquiatra y todo porque veía que si continuaba así al final cogería manía a la niña. La psiquiatra me entendió a la primera y me dijo que en cuanto pudiera dejara el pecho para poder tomarme algo de medicación y remontar y así poder estar bien para cuidar de mi hija.
 
A los dos meses y medio que ya no podía más, con la ayuda de Susana (la matrona que ya os comenté que me ayudó tanto y que ya no está entre nosotros) decidí con todo sentimiento de culpa dejar el pecho. Había tocado fondo. Para mí era muy muy duro estar con esa angustia continua.
 
Recuerdo que mi madre me decía: "pobrecita esa niña que con lo poco que comes tú, tu leche no le alimenta, ella necesita biberón". Y cuando le comenté que iba a dejar el pecho me dijo: "ay mi niña pobrecita que su madre le va a dejar de dar el pecho y le va a dar leche de bote". Vamos que una cosa estaba mal y la otra también. Con lo cual yo me sentía cada vez peor mala madre.
 
Me costó mucho dejar el pecho, primero psicológicamente y luego físicamente, la leche no se me retiraba y tuve mucho mucho dolor. Fueron cuatro días de morirme.
 
Después de esto vino la odisea de enseñar a Garbancita a que cogiera el biberon, pero eso será otro post.
 
Una vez que ya había dejado la lactancia, empecé a tomarme la medicación que me dijo la psiquiatra y tengo que decir que "benditas pastillas" porque en tres días yo era otra persona, tenía más ánimo, más fuerza (no mucha más pero algo sí) y más ganas de estar con Garbancita. Esto me hace pensar que si esta decisión la hubiera tomado antes yo habría sufrido menos y disfrutado más de mi reciente maternidad.
 
Con esto quiero decir que toda madre quiere lo mejor para sus hijos, es pura naturaleza pero no siempre se puede y el dar leche de fórmula a un hijo no significa ser peor madre, significa que por unos u otros motivos es otra elección y hay que respetar la decisión de la madre sin cuestionarla lo más mínimo.  Estamos en el siglo XXI y las leches de ahora no tienen nada que ver con las de hace 15 años, el mundo avanza y con ello nuestro desarrollo.