lunes, 21 de julio de 2014

Los Temidos Cólicos

Los temidos cólicos era la razón que nos daban por la que Garbancita lloraba tanto, nosotros no teníamos ni idea de qué eran los cólicos.

Una noche a las dos de la madrugada tuvimos que ir a urgencias porque Garbancita no paraba de llorar, qué día más malo. Llegamos allí y hasta que nos dieron paso no tranquilizó nada. El pediatra la miró, la pesó y la auscultó, 
-nada esta niña sólo tiene cólicos, que le pongan una sonda. Eso sí está baja de peso.

¿Sólo cólicos dijo? madre mía pobrecita si llevaba sufriendo ni se sabe cuantas horas. Era tan fuerte su dolor que hasta nos arañaba el pecho cuando la teníamos en brazos.

Nos pasaron a un box y allí una enfermera y una auxiliar le pusieron una sondita, ¡ay cuando vi aquello! pero ¿qué le iban a hacer a mi hija? ¿para qué era ese tubito?. No se me olvidará la cara de desesperación de mi niña cuando empezaron a meterle eso por el culito, el padre me miraba con unos ojos de dolor, de desazón, de angustia… y yo no podía hacer otra cosa que llorar y mirar para otro lado.

Que rato más malo pasamos, mi Garbancita, no paraba de llorar, pero sí tengo que decir que una vez le salió todo el aire por la sonda, ella se relajó. Comer no comió pero una vez llegamos a casa le costó poco dormirse, estaba rendida.

Eso sí, Garbancita era montarla en el coche y llorar como una condenada, como si no hubiera un mañana y se le acabara el mundo. Yo escuchaba a la gente que decía: -pues cuando mi hijo era pequeño le tenía que montar en el coche para que se durmiera.
O -Si el niño lloraba de madrugada me lo bajaba al coche, le daba una vuelta y se dormía como un angelito.

Todo eso para mí era realmente utópico.

Pues como os decía, nosotros no teníamos ni idea de qué eran los cólicos, así que me puse a investigar los ratos que ella estaba dormida en mis brazos.

Leí de todo, desde que era que su estómago aún se estaba desarrollando, que era aire que cogían al chupar, que eran pequeños retortijones porque las tripas se les estaban colocando, hasta leí que el pediatra Carlos González, del cual leí varios libros, decía que los cólicos no existían. Que era algo de nuestra raza y nuestra época: Los pueblos que llevan a los bebés colgados a la espalda todo el día ni siquiera tienen una palabra para hablar del “cólico”. 

¿Cómo era eso de que no existían? Garbancita tenía algo, no iba a llorar así porque sí, por mucho que fuera un bebé como me decía mucha gente, aquello no era normal.

También leí que los cólicos eran sólo por la noche. Para nosotros no. Para nosotros si lo que ella tenía supuestamente, eran cólicos, ella los tenía, mañana, tarde y noche. No descansaba ni tranquilizaba nunca. Así que aquello se convirtió en la pescadilla que se muerde la cola, si no come bien no duerme bien, si no duerme bien no come bien… y así continuamente.

Yo llegué a tal punto de estrés y angustia que se me olvidó hasta comer, entre otras muchas cosas claro, mi única preocupación era que ella no llorara y estuviera tranquila, vivía sólo para, por y con ella. La situación me absorbió por completo. Me olvidé de todo y de todos, me olvidé de mí. Me empecé a hundir, hundir y hundir, aquello fue una caída en picado.

Busqué soluciones por todos sitios, leí, pregunté, investigué, escribí a varios expertos pero nada daba resultado. Le hicimos todo tipo de masajes, le dimos todo tipo de potingues, remedios que nos aconsejaron, nos gastamos mucho dinero probando cosas nuevas de la farmacia, de la herboristería, de homeopatía… nada si la niña tenía cólicos, no se le calmaban con nada.

A la primera pediatra que fui y a la cual no volví nunca más me dijo -ah sí, serán cólicos aunque si me decís que la niña llora mañana, tarde y noche, eso no son cólicos será otra cosa.

Así, sin más, ni me mandó pruebas, ni me recomendó algo, nada de nada. Se quedó tan ancha con esa respuesta. Bueno casi me da algo y a Luisín ni os cuento.

Así que ya sabéis ni se os ocurra ir a ninguna de las pediatras de la Clínica Belén, son unas incompetentes y no les gustan los niños.

Nosotros seguimos buscando soluciones, fuimos más de cinco veces a urgencias en menos de dos semanas. Ya les decíamos a las enfermeras, en plan broma, “ este body no se lo conocíais y quería enseñároslo”. Teníamos que quitar hierro al asunto. En el hospital nos conocía todo el mundo. No sé cómo no nos nombraron “pacientes del mes” . 

Por fin, una amiga me dijo que había osteópatas que trataban ese tipo de problemas. Buscamos por internet a ver qué decían del tema, y encontramos una clínica que se dedicaba casi en exclusiva a los problemas de los bebés y los niños.

No tardamos nada en llamar para que nos dieran cita a ver qué pasaba. Se llama CLÍNICA VASS. Fuimos el primer día y nos trataron realmente bien, sobre todo trataron de tranquilizarnos. Cogieron a la niña y le dieron unos masajes muy especiales por todo el cuerpo. La niña lloró mucho, me imagino que se asustaría porque la postura era de todo menos normal.

Sólo con el primer masaje conseguimos que la niña tranquilizara un poco, seguía teniendo el dolor, o lo que tuviera pero ya no le duraba horas, le duraba muchísimo menos y se calmaba mucho antes.

En tres sesiones conseguimos que Garbancita durmiera un poco más y tardara menos en coger el sueño. Ya no tenía tanto dolor. Fue el único dinero bien empleado.


Desde aquí dar muchas gracias a LA CLÍNICA VASS por su trato y su preocupación por los bebés. Sea el problema que sea siempre tratan de buscar una solución.

miércoles, 9 de julio de 2014

Probando todo lo que se podía comprar

Pues como os dije, Garbancita, tenía el síndrome de la cuna con pinchos. Ella se dormía en brazos, pero era ponerla en la cuna y despertarse como un resorte.

Temíamos las tomas nocturnas, porque le costaba mucho mamar, gritaba, lloraba, hasta que por fin lo conseguía, luego venía el cambio de pañal e intentar dormirla, era toda una aventura, nos costaba horas, y cuando ya lo habíamos conseguido, nos tocaba la siguiente toma. Vuelta a empezar.

Una vez que conseguíamos que se durmiera, era ponerla en la cuna y ponerse a gritar. Otra vez a cogerla en brazos y a pasear pasillo arriba pasillo abajo.

Yo estaba desconsolada, hecha polvo, con las hormonas revolucionadas... no podía más. Tengo que agradecer que en todos estos momentos, conté con la ayuda de Luisín, que por suerte o desgracia estaba y está en paro. Con lo cual no me dejó ni una noche sola con Garbancita llorando sin parar y yo sin saber qué hacer con ella.

Así que nuestras noches se convirtieron en largos paseos con ella en brazos e intentando calmarla, unas veces nos costaba dos horas, otras tres y otras no dormíamos en toda la noche. A día de hoy, no sé cómo pudimos aguantar.
 
Voy a hacer un inciso aquí: en Madrid estamos solos, pero nuestras familias intentaron echarnos una mano viniendo a acompañarnos, lo que pasa que entre la nueva situación, los llantos de Garbancita, el carácter de cada uno resultó ser peor el remedio que la enfermedad.

Probamos todo lo habido y por haber en el mercado. Nos dijeron que le pusiéramos un proyector con estrellas y música para que se tranquilizara y cogiera el sueño. Fuimos a comprarlo, que anda que no cuestan. Compramos una tortuga monísima, rosa, con estrellitas y distintos colores, y ¿para qué? para nada, Garbacita dormía bocabajo y no veía ni sentía ni las estrellas, ni la música ni nada.

Ahí tenéis a la tortuga.
Con todo a oscuras proyecta estrellas y tiene música.
 

Que compráramos el cojín antivuelco porque ella se sentía como protegida y sentía tope en la cabeza como cuando estaba en el vientre materno. Mandé a Luisín a comprarlo, pero los precios nos parecieron desorbitados, así que con nuestra inexperiencia, tiramos de ingenio, lo poco ingeniosos que podíamos ser en aquella época, porque nuestras neuronas dormían continuamente, el caso es que le pusimos una toalla enrollada alrededor de su cuerpecito. Ni tope, ni nada, ella seguía llorando sin parar. Sólo se calmaba en brazos y a veces ni eso.

Nos sugirieron que le compráramos un móvil, de estos que pones en la cuna, gira y tiene música. Ese por suerte nos le habían regalado. Lo sacamos de su embalage y Luisín se lo colocó con toda su santa paciencia, y ¿para qué? para nada porque ella como ya os he dicho, dormía bocabajo y no le gustaba nada que no fueran los brazos.

 

El móvil es de Imaginarium. Hay muchos en el
mercado, pero todos similares.
 
 

Llegamos a un punto en el que cuando se quedaba dormida no se oía nada en nuestra casa, las puertas se cerraban y no se volvían a abrir, nos sabíamos las tablas de la tarima del suelo que teníamos que pisar para que no crujieran, quitamos el volumen a todos los teléfonos, las pilas a todos los relojes, la luz al telefonillo y al timbre de la puerta. Creamos hasta un sistema para que los vecinos pudieran llamar a casa y que Garbancita no se despertara. (En realidad nos valió de poco).
 

 
 
 
Así que ante la necesidad nuestra de dormir y la suya de estar en brazos empezamos a hacer turnos. Por la noche cuando se despertaba para las tomas, yo me levantaba y le daba el pecho, como luego no había forma de que se volviera a dormir, su padre se quedaba con ella paseando a oscuras susurrándole por toda la casa. Si conseguía que se durmiera la metía en la cuna, si no lo conseguía esperaba hasta la siguiente toma.
 
El padre de la criatura dormía sólo tres horas al día... en el próximo post, os contaré cómo lo hacíamos.